
El jueves santo por la noche llegamos a Heidelberg, Raquel y yo. Pero nuestro albergue se halló en un poblecito bastante lejos de la ciudad. Había que coger un trén y luego un taxibus para llegar allí. Al taxibus había que llamar una hora antes para que nos llevase allí. Despues de hacer toda aquella transferéncia complicada nos encontramos en un pueblo típico alemán. El dueño de nuestro albergue había dejado la llave en el paño. Dijo que no pasaba nada, que aquí no se robaba nada. Estuvimos en un pueblo en el que quizá nunca había ocurrido algo malo, que nunca había visto ni guerra ni terrorísmo.
Eran las nueve y media por la noche y nos entró el hambre. Buscamos sitio para cenar. Enseguida encontramos uno no por casualidad o suerte sino por que el pueblo solo tiene 5 calles y se anda de un extremo al otro en 2 minutos. La carta ponía en total 3 platos pero entramos con la illusión de poder salir llenos. Dentro había exactamente 1a mujer (la dueña del bar) entre 20 hombres que nos miraban como fuesemos extraterrestres cuando entramos. Ella nos dijo que nos tuviesemos quedar con hambre por que la cocina ya estaba cerrada. Ni platos frios ni papas nos querían sacar.
5 cervezas son iguales a un Schnitzel (1 trozo de carne empanado) como se dice en alemania. Entonces nos pedímos cada uno una cerveza de trigo (una de esas que son muy despesas y que le encantan a Raquel) para saciarnos. Hablamos un poco con unos hombres mayores (que casualidad que estaban sentados hombres a nuestro lado) que nos dijeron que no habría nada abierto para comprar comida por allí durante las fiestas de pascuas. Nos queríamos ya marchar a casa, descansar del viaje y de la cerveza que ya nos subía a la cabeza.
De repente el camarero nos puso dos cervezas más y dijo que ya estaban pagados ya de uno de los chicos que estaban sentados en la mesa al lado. Quién hubiera tenido en cuenta eso!?!? En un pueblo al quinto coño nos invitan a una cerveza en un bar lo que antes de que entrasemos nosotros solo habían conocido 21 personas. Me parece un gesto superbueno!
Nos sentamos con ellos. Eran todos de un equipo de fútbol bebiendo mucho por que el mísmo día habían perdido un partido contra el pueblo al lado. Sin embargo si lo hubiesen ganado habrían bebido todavía más. Nosotros también y acabamos fatal! Superborrachos y con mucho sueño. No nos querían dejar ir. Que cariñosos son los alemanes del pueblo. La verdad es que no sé como encontramos el camino al albergue. Bueno, igual corrimos por todo el pueblo. Tampoco es mucho camino, ya lo sabeis.

No tengo fotos de la emborrachera. Que pena, ya lo sé. Si un día vais a alemania os recomiendo entrar a un bar como ese para verlo con propios ojos. Os adjunto fotos de Heidelberg de invierno... primavera... la verdad es que no se sabía lo que era realmente...